Foto: Times 2009 Publicado por: David Hernández Martínez @david_hm91 La política del siglo XXI, está tremendamente condicionada por factores tan relevantes como la comunicación y la imagen. Las palabas dichas, como la forma de decirlas suponen un importante reto para cualquier dirigente político. En una crisis o circunstancias adversa, es necesario contar no sólo con una acción o una decisión acertada, sino que requiere de un acertado discurso que lo acompañe. No obstante, un líder político, cuando ocupa un cargo de responsabilidad, siendo asignado para realizar una tarea dentro de una institución pública, no sólo se le presupone una buena capacidad de comunicación, sino que al final del todo, se valorará y será juzgado ante la opinión pública por la gestión realizada. Al final, un político podrá caer de los altares, si ante diferentes vicisitudes no ha demostrado las suficientes capacidades de liderazgo y gestión. Un cargo público es asignado con la gran tarea de gestionar los recursos públicos y utilizarlos con el fin de proporcionar solución a los problemas de la ciudadanía. Sin embargo, esta relación de variables que un principio puede resultar sencilla: cargo público toma una decisión sobre un problema, se aplica una política pública y se obtienen unos resultados, esconde una verdadera complejidad, que determina el destino político de muchos hombres y mujeres. Si las políticas públicas no han sido las acertadas y el resultado no era el esperado, o peor aún, no se ha conseguido ni resolver ni mitigar el problema, la figura de ese cargo político queda profundamente dañada. Igualmente, si se realiza una ineficiente utilización de los recursos públicos, la reputación del político de turno se puede ver denostada considerablemente. En este sentido, en tiempos en los que el marketing político parece ocupar todos los grandes espacios de la vida pública, no hay que olvidar la esencia misma del representante público. No se debe obviar que un gran eslogan, una imagen impoluta y un discurso elocuente, deben ser acompañados y ratificados por unos hechos que configuren una gestión aceptable. Sin duda alguna, la gestión del asunto público resulta mucho más difícil, en tiempo de grandes adversidades. Pero es en esas ocasiones donde se valora transcendentalmente, el verdadero peso y altura de un líder. En la política actual se exige ser tan buen comunicador, como un magnífico gestor. No obstante, la sociedad tiende a priorizar en el presente unas palabras gratificantes y es con el paso del tiempo cuando se juzga lo que se ha hecho. En definitiva, en los libros de historia y en la conciencia general de la sociedad, que un político tuviera una apreciable imagen y discurso sólo ocupa una pequeña reseña, sin embargo, su gestión y acción a lo largo de su carrera profesional, es lo que se valorará y quedará escrito en el devenir de los días futuros.

Por Asesmap

Los comentarios están cerrados.