Hace unos meses, el polifacético ex presidente del gobierno Felipe González, advertía del panorama político que previsiblemente se presentaría en España en las próximas elecciones generales. Sin duda alguna, señaló lo que indicaban todos los sondeos políticos, que el parlamento español se adentraba en una representación altamente fragmentada, que dibujaba un horizonte incierto sobre futuros gobiernos y la estabilidad de los mismos. En este sentido, el ex presidente socialista indicaba, que España se situaría en una posición semejante a la del país alpino. En este punto, Italia lleva más de sesenta años con una política de enormes convulsiones, protagonizada por una fuerte inestabilidad de sus gobiernos, con multitud de fuerzas representadas en sus parlamentos. Sin embargo, pase a las circunstancias inestables, el país italiano mostró una carencia que le permitió seguir adelante, pese las vicisitudes políticas. Dicho lo cual, Felipe González quiso recalcar que mientras los italianos parecían haberse acostumbrado a este ambiente político. Sin embargo, se plantean muchas dudas de si en España, que ha imperado un bipartidismo durante casi cuarenta años, sería capaz de adaptarse a un contexto político mucho más complejo. Aunque nos esperan semanas de intensas negociaciones y numerosas especulaciones, parece claro que la elección de un presidente y la consolidación de un gobierno va a ser tarea más que difícil. Las posibilidades de alianzas requieren de una amalgama de pactos, que ahora mismo, horas después de los comicios, ya muchos analistas plantean que es más viable unas nuevas elecciones, que un nuevo gobierno. No obstante, pese que estas votaciones han dejado unas perspectivas muy polarizadas, tanto los dirigentes políticos como los propios ciudadanos, debería comenzar a acostumbrarse a un nuevo tipo de cultura política. Seguramente, para los siguientes años, aspirar a conseguir mayorías tan amplias como en las de décadas pasadas, sea misión prácticamente imposible. La permanencia de los partidos clásicos más la emergencia de las nuevas formaciones, hace que el reparto de poder sea mucho más dispar. Por tanto, la política española debe adaptarse a un clima, donde la negociación y las constantes discusiones, van a sustituir a la aparente estabilidad de las mayorías. Con todo ello, está claro que España se sitúa en la línea de otros países mediterráneos como Italia, Grecia o Portugal, alejándose de la tradición bipartidista de Reino Unido, Francia o países escandinavos.

Por Asesmap

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