Tras 9 meses de intenso conflicto en Ucrania y decenas de miles de muertos (los datos varían considerablemente dependiendo del organismo o gobierno que de los datos) la guerra parece estar entrando en otra nueva fase. Se acerca el invierno, el arma más temida por ambos bandos, capaz de limitar y entorpecer de manera crucial cualquier tipo de operación logístico-bélica y después del cual, a raíz de los hechos más recientes se podría esperar algún tipo de tímida toma de contacto entre las delegaciones de las partes implicadas para evaluar la situación.

Lo que está claro es que Rusia ha hecho pública su maniobra de retirada de tropas de la ciudad de Jerson, para desplazarlas al otro lado del río Dnieper, el cual en invierno se congela y hace muy complicada la labor de abastecimiento y apoyo de tropas. Este movimiento no gratuito de Rusia y probablemente explicable en términos estratégicos se ha convertido sin dudas en un hito bélico cargado de simbolismos para Ucrania los cuales derrochan moral tras las últimas acciones militares en las que han obtenido la iniciativa. Aunque no lo parezca, la ciudad de Jerson tiene más importancia de la que se piensa en el contexto de la guerra: es la ciudad más grande y capital de la región homónima (la cual mediante los famosos referéndums llevados a cabo en septiembre se “independizó” de Ucrania, proclamándose república, para ser inmediatamente anexionada a Rusia), aparentemente es la única capital regional conquistada desde el inicio de la invasión (tomada en marzo) y en una ubicación geográfica bastante arriesgada por su cercanía a la Península de Crimea sobre la que se podría abrir un hipotético segundo frente, algo que sería muy doloroso para Rusia. Su pérdida, para algunos, puede significar una muestra de debilidad por parte de Rusia, para otros un movimiento deliberado de carácter puramente defensivo para reestablecer sus posiciones, en cualquier caso, Ucrania, conociendo de sobra a sus vecinos, desconfía del significado real de estas acciones por lo que guarda inteligente cautela respecto de cualquier expectativa o celebración excesiva.

Igualmente, Rusia lleva aproximadamente desde hace cuatro meses (desde el comienzo de la última fase de la guerra) a la defensiva tras las dos contraofensivas ucranianas lanzadas la primera en agosto hacia el sur del país y la segunda hacia el este en septiembre en las que Ucrania ha conseguido hacer colapsar las administraciones político-militares rusas de Nikolaev y Jarkov además de avanzar hacia ciudades de Lugansk y Donetsk. Esto nos hace pensar que efectivamente se podría tratar de una estrategia para reforzar posiciones en la zona oriental del río y estancar la guerra durante el invierno quién sabe si con la intención quizá de iniciar algún tipo de acercamiento diplomático en el que se parta de la base de aceptar en gran medida las fronteras actuales dibujadas por la guerra.

Sin duda sería muy positivo que se materializara alguna hipotética primera negociación cara a cara, aun con la desconfianza y las reservas que lógicamente conllevaría, pero dilucidando un posible precedente alternativo. De hecho, en base a este posible futuro escenario, líderes internacionales, entre otros el presidente de Turquía, Recep Erdogan, se llevan ofreciendo como mediadores durante todo el conflicto. Solo el tiempo confirmará o desmentirá estas especulaciones, pero por el momento Ucrania lleva la iniciativa y esperemos que los éxitos notables que está obteniendo recientemente en el conflicto no le hagan “forzar demasiado la máquina” hasta el punto de asumir el riesgo de perder esa preciada posición ventajosa y la use de forma razonable e inteligente en términos de estrategia en los escenarios venideros.

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Luis Antón-Pacheco y Fernández

 

 

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