Por: Marta Benito Abad

El acontecimiento que todo el mundo está esperando tendrá lugar el próximo 3 de noviembre. Las elecciones de Estados Unidos nos afectan directa o indirectamente y de manera global a todos. Quién sea el presidente del -por el momento -país más poderoso del mundo, tiene implicaciones tanto positivas como negativas para toda la comunidad internacional, aunque no formemos parte de la sociedad estadounidense.

La decisión será la siguiente, dar a Joe Biden la posibilidad de gobernar 4 años en el Despacho Oval, o que sea el actual presidente Donald Trump quien se mantenga en la Casa Blanca durante otra legislatura más.

A causa de la pandemia por COVID-19 y por cómo está afectando este virus a la vida de los ciudadanos, es probable que las elecciones de 2020 pasen a la historia como una de las carreras presidenciales estadounidenses menos convencionales jamás celebradas.

¿Cómo son las elecciones en EE.UU?

El sistema electoral de Estados Unidos no es de elección directa. Recordemos que, durante las elecciones pasadas, fue elegido presidente Donald Trump a pesar de conseguir casi 3 millones menos de votos que Hilary Clinton. Este noviembre, los estadounidenses no votarán directamente por Trump o por Joe Biden, sino que elegirán a los miembros del Colegio Electoral, que serán quienes después elegirán a su propio candidato.

Estos Miembros del colegio electoral están asociados a un partido político, por lo que se intuye de antemano a que candidato darán su voto una vez han sido elegidos por los ciudadanos; aunque constitucionalmente no exista una obligación de elegir al candidato del partido al que pertenecen y en ciertas ocasiones ha habido electores que han votado por el candidato contrario a su partido.

Según la legislación actual, en el Colegio Electoral de EE.UU existen 538 electores, repartidos en función de la densidad de población entre los 50 Estados. Para ganar, el candidato debe hacerse con al menos 270 de estos electores. La dinámica es la siguiente, el candidato que gana la mayoría del voto popular en cada Estado se lleva a la totalidad de electores de este. Si por ejemplo, en California, estado con 55 electores, 25 de los electores votasen por Trump y los 30 restantes dieran el voto a Biden, los 55 votos serían para el candidato demócrata, ya que estos electores no se reparten de forma proporcional al voto popular.

Esta es la razón por la que es posible perder el voto popular en el país, pero ganar las elecciones presidenciales, como ocurrió hace 4 años entre Donald Trump y Hilary Clinton. ¿Cómo se logra esto? El candidato deberá centrar su campaña en aquellos Estados que le otorguen más electores, lo que le facilitaría llegar a los 270 electores. Por el contrario, las campañas electorales no se suelen centrar en aquellos Estados que tengan una tradición histórica de voto, o en hacer campaña en los Estados donde saben que tienen la victoria asegurada (ej. Texas: Estado de tendencia republicana).

Estos Estados donde el voto no está claro y sus ciudadanos aún no están decididos por uno u otro candidato se conocen como Estados morados; color que se genera al mezclar el Azul Demócrata con el Rojo Republicano. Son estos lugares donde realmente los candidatos pueden influir para ganar el voto y donde generalmente centran sus campañas y hacen el mayor esfuerzo económico como electoral.  Lo curioso en la carrera presidencial de 2020 es la sorpresa de que ciertos Estados que han mantenido una tradición histórica de voto den un giro repentino desde hace muchos años de historia democrática, como veremos más adelante.

¿Qué temas preocupan a la ciudadanía estadounidense?

Uno de los temas más candentes entre la sociedad de EE.UU ha sido y sigue siendo la inmigración. Un 15%[1] de los votantes afirma que la inmigración es el mayor problema de EE.UU detrás de la atención médica y la economía, y solo un 38% de los votantes republicanos no lo consideran algo malo; además, 6 de cada 10[2] estadounidenses creen que los inmigrantes fortalecen al país y su economía.

El actual presidente, desde la campaña de 2016 ha seguido un discurso lineal e inamovible. Prometió que construiría un muro entre EE.UU y México y desde que ocupó el Despacho Oval, la Administración Trump ha lanzado varias políticas públicas con el fin de reformar y restringir la inmigración en el país. La indignación de la población en cuanto a las afirmaciones de carácter negativo que, el presidente, ha realizado en un sinfín de ocasiones sobre este colectivo ha sido aprovechada por los demócratas para fortalecer su discurso.

Por otro lado, la atención sanitaria y la economía son dos ámbitos que preocupan a gran mayoría del país. Hoy en día 27 millones de estadounidenses no cuentan con seguro médico, por lo que la atención sanitaria es otro de los temas que tendrán en cuenta a la hora de votar. Senadores demócratas como Bernie Sanders y Elizabeth Warren creen que la mejor opción es eliminar las aseguradoras privadas, las primas y los copagos, y que todos los ciudadanos cuenten con un seguro médico financiado por el Gobierno.

Sin embargo, el actual candidato del Partido Demócrata, Joe Biden, opta por expandir la Ley de Cuidado de Salud a Bajo Precio y crear una opción pública como Medicare, que consista en que cualquier familia no gaste más de 8,5% de sus ingresos en atención médica. Este sistema es muy criticado por Donald Trump quién lo considera “un desastre”, y es que según una encuesta de Kaiser Family Fundation “la mayoría de los votantes apoya un plan de pagador único administrado por el gobierno; pero muestra a su vez un mayor apoyo para otras propuestas, incluida una opción pública (69%), Medicare para todos opcional (74%), compra de Medicaid (75%) y compra de Medicare entre las edades de 50 y 64 (77%)”[3].

El uso de armas es algo que también preocupa a la población, sobre todo en cuanto a los tiroteos masivos que ocurren en el país repetidamente. Los demócratas abogan por un sistema de leyes más estricto por parte del Senado, mientras que los republicanos apelan a la Segunda Enmienda de la constitución y al derecho de defensa propia de los ciudadanos. Desde 2015, el descontento en cuanto a la débil legislación del control de armas ha conseguido que 2/3[4] de la población abogue por más restricciones en este aspecto. En cuanto a este tema, Jonathan Metzl, director del Centro de Medicina, Salud y Sociedad de la Universidad de Vanderbilt y experto violencia armada, opina que los tiroteos masivos más recientes han encendido la ira de la población y que si los candidatos propuestas para esta preocupante situación, pueden pagarlo en las urnas el día 3 de noviembre.

El resto de aspectos que los ciudadanos estadounidenses tienen en cuenta a la hora de decidir su voto son la educación pública y gratuita, los derechos sobre el aborto, la economía, el problema con Irán y el comercio exterior de su país.

¿A qué se debe la ventaja de Biden desde el inicio de la campaña?

Históricamente, cuando un presidente de EE.UU se enfrenta a un nuevo candidato en las elecciones, la victoria suele ir para quien ocupa la Casa Blanca en ese momento. Sin embargo, durante esta campaña electoral el exvicepresidente Joe Biden ha ido siempre por delante en la carrera presidencial en cuanto a las encuestas. Los temas en los que más apoyo recibe Biden han sido aquellos sobre la gestión de la crisis del coronavirus, la inmigración, la sanidad del país y la unificación de éste.

Sin embargo, el actual presidente Donald Trump sabe cuál es el sector en el que puede ganar ventaja sobre el candidato demócrata, y es que uno de cada cinco ciudadanos estadounidenses considera a Trump el mejor candidato en cuestiones económicas, casualmente, uno de los temas que más preocupa a los ciudadanos en las encuestas.

Trump es un orador firme y convincente para sus seguidores, y siempre ha sabido dirigirse a su target electoral de la manera óptima. Su discurso desde el inicio ha sido claro, ha sabido identificar cuáles son los problemas que preocupan a sus electores y cómo convencerles de que su candidatura es la mejor opción para resolverlos.

Por esto, Biden se ha aprovechado de la especie de ventaja que le otorga que Trump tenga un electorado tan concreto e inamovible, ya que el discurso del actual presidente hace que sea un grupo fijo de personas quienes se sientan identificados con su mensaje y sus ideas.

 

Los más afines a Trump son los ciudadanos de las zonas rurales, gente sin estudios superiores y personas de avanzada edad. Como podemos observar en la tabla anterior, el voto blanco, por norma general, es afín a Trump. Claramente los hombres blancos creen, en un 60%, que él es el mejor candidato para ocupar la Casa Blanca otra legislatura, mientras que voto de las mujeres blancas está algo más dividido y ambos candidatos tienen un igual porcentaje de aceptación entre este género.

Si nos fijamos en la opinión de la gente no-blanca del país, el voto se polariza más. Tanto hombres como mujeres que no son de etnia blanca consideran como candidato favorito, con más de un 70% en ambos casos, a Joe Biden; es en el caso de las mujeres de etnia no-blanca donde los datos son aún más favorables para Biden, otorgándole a Trump, únicamente un 19% del apoyo de este sector.

A pesar de que podríamos considerar que en EE.UU el voto de las minorías no es relevante y que al tener casi ganado el voto blanco, Trump se mantendrá en la presidencia, esto no es del todo cierto. En estas elecciones, el voto latino podría ser muy relevante para determinar quién será el ganador.

La población latina ha crecido durante la última legislatura y se espera que sea el bloque de votantes minoritarios más grande en las elecciones de noviembre. Aunque una gran mayoría viven en Estados de historia demócrata, otros muchos tienen su residencia en algunos de los Estados morados como Arizona o Texas, que se han desplazado un poco más a la izquierda desde la última legislatura, lo que podría suponer un problema para Trump. De todas formas, puede que el voto de este grupo no sea decisivo para dar los 270 electores a Biden, pero en caso de que no se movilicen para votar, como les instó el candidato a las primarias del grupo demócrata Bernie Sanders, puede hacer peligrar la victoria para la izquierda en los Estados más decisivos.

Por todo esto, se puede considerar que la ventaja de Biden en las encuestas desde el inicio de la campaña, se debe más a que los votantes, en líneas generales, no comparten el discurso de Trump, su postura antinmigración o cómo asocia la violencia y el racismo en su país, más que porque reciban positivamente el discurso y las ideas de Joe Biden.

Campaña electoral de cada candidato

Este año, ambas campañas se han visto afectadas por la crisis del COVID-19 y no se han podido llevar a cabo de la manera tradicional. Los mítines y convenciones no han tenido lugar dada la cantidad de posibles votantes, afiliados al partido y periodistas que acudirían, algo que, por como es la sociedad estadounidense, marcada por el espectáculo y la presencialidad, ha afectado a los candidatos.

En las campañas electorales de EE.UU, los candidatos, a parte de la campaña física, los viajes a los estados morados y el dinero en merchandising político que invierten la carrera presidencial, también vuelcan una gran cantidad de recursos en hacer una carrera paralela: “Mailing Campaign”, que se traduce en promoción de la imagen, de las propuestas pero sobre todo de una recaudación de fondos, vía e-mail.

 

CAMPAÑA POR EMAIL

Si nos fijamos únicamente en los números, la lista de suscriptores de Donald Trump es más amplia que la de su contrincante político, sin embargo, la campaña por email de Joe Biden es mucho más efectiva, ya que alcanza a un 40%[1] más de lectores que la de su oponente. En Septiembre, Trump alcanzó escasos 12 puntos en el índice de lectura, versus los 20 puntos a los que ha logrado llegar Biden.

En cuanto a la cantidad de emails que recibe cada suscriptor, encontramos que Trump, en la primera semana de septiembre, había mandado aproximadamente 650 millones de emails, en comparación con los 47 millones enviados por Biden. Este hecho es algo que ha irritado, en cierta manera, a los receptores de la lista republicana, ya que recibir alrededor 8 emails diarios solicitando donaciones no es agradable para muchos.

Comparando estos datos con cuánto dinero ciudadano ha recibido cada uno, nos damos cuenta de que la campaña de Biden, aunque menos insistente está siendo más efectiva, ya que ha conseguido recaudar 200 millones de dólares más que Trump, tras enfocarse en un público más concreto, estudiado y preciso.

Para la elaboración de este artículo, se han analizado los mails enviados por cada candidato a sus suscriptores y cada uno tiene una estrategia sobre la manera de dirigirse a sus votantes.

La línea de mensajes que ha seguido Biden consiste en apelar, en mi opinión, al miedo que les puede generar a sus votantes que Trump vuelva a salir elegido. Todos estaban enviados desde emails “personales” de Biden, su segunda, Kamala Harris e incluso del expresidente Obama.

Los emails al inicio de la campaña se escribían en línea de agradecimiento. estaban titulados “Gracias, nombre” o “Bienvenido al equipo”, dirigidos personalmente e incluyendo nombre y apellidos del suscriptor. Después, invitaban a unirse al proyecto, con mensajes como “Me + Kamala + You”, “este es TÚ papel en esta campaña” o “Ayúdanos en este importante reto” otorgándole importancia y relevancia a los suscriptores e involucrándoles en el equipo de gobierno, intentando enviar un mensaje de que la victoria no era solo suya, sino que lo conseguirían gracias a ti.

Otros mensajes eran de corte motivacional. Informaban de que estaban a punto de llegar a X cantidad de dinero recaudado o que les quedaba muy poco para conseguir el objetivo común y que con tu colaboración podrían conseguirlo. Por último, los mensajes más impactantes fueron los posteriores, que se centraban en el “miedo” de que Trump volviera a salir elegido, con encabezados como “la mejor opción para combatir a Trump es…”, “Donald Trump te ha mentido” o “no quiero asustarte, pero mira estas encuestas”. Otros pedían desesperadamente ayuda con mensajes que decían “Odio hacer esto, pero realmente necesitamos tu ayuda”.

Esta idea de centrarse en el pánico ciudadano para conseguir dinero, al principio no parecía la mejor estrategia política, ya que vendía miedo y vulnerabilidad y les hacía parecer indefensos ante la oposición sin la ayuda ciudadana. Esto no es lo que debería inspirar el futuro presidente del país más poderoso del mundo, sino más bien todo lo contrario. Sin embargo, y sorprendentemente, parece que la estrategia ha sido más efectiva de lo esperado, ya que ha conseguido superar a Trump en más de 200[2] millones de dólares en cuanto a donaciones de individuales.

Por otro lado, según la opinión profesional, la campaña de Trump, además de agotadora y poco efectiva no ha estado muy acertada en cuanto a qué palabras utilizar o qué mensaje enviar a sus votantes. En primer lugar, a la campaña de Biden se puede uno suscribir sin problemas. Enviando el correo electrónico, los mensajes empiezan a llegar. Sin embargo, para inscribirse en la campaña por email del presidente era necesario hacer una donación simbólica; podía ser de 1$ o de 100$ pero algo había que donar. Esto nos demuestra que de cara a su comunidad, Biden ha sido más “transparente” que Trump y que este último, al solicitar dinero, hace que gente que solo quiere escuchar el mensaje de ambos candidatos o que no tiene clara al cien por cien su decisión, no se suscriban, lo que le hace perder por el camino receptores de su mensaje.

Por lo que hemos podido investigar de la campaña de Trump, la línea de los mensajes fue creciendo en agresividad.

Los primeros invitaban a participar de la victoria con títulos como “ERES EL PATRIOTA DE TRUMP DE LA SEMANA”, “Trump 100 Club” que hacían sentir importante al receptor, ya que el presidente le invitaba a ser uno de los elegidos para formar parte de su propio club. Otro tipo de mensajes son los que crean urgencia, dando un ultimátum para unirse a su lista de suscriptores, a la que recordemos, no se podía acceder sin donar.

Quizás una de las líneas de mensajes más impactantes de los e-mails era en la que el actual presidente te transmitía lo decepcionado que estaba contigo, en los que incluía comentarios como “el presidente recibirá una lista de donantes actualizada y sé que estará buscando su nombre. No le decepciones”. Mensajes cuya única finalidad es hacer sentir culpable al receptor de no donar más dinero para la campaña electoral. Pero en contraposición a esto, también enviaron mensajes que te hacían formar parte de la comunidad de votantes de Donald Trump, haciéndote participe del grupo “los Miembros Ejecutivos Oficiales de Trump 2020”, exclusivo para los supuestos 500 seguidores más importantes del presidente; y te invitaban a ti.

Por último, Trump te conoce; “El presidente dijo que eres uno de sus aliados más fuertes”. Aunque no hayas hecho donaciones, la Administración Trump en sus mensajes te hace ver que sabe quién eres. Quiere premiarte por tu fidelidad, pero no puede hacerlo a menos que dones.

La campaña por email ha sido clave este año, ya que por causa obvias y como resultado de una pandemia a nivel global, las reuniones y las apariciones públicas físicas no se han podido realizar con normalidad, por lo que esta era la manera más directa y personal de comunicar su mensaje a los votantes. Lo único que es seguro es que en cuanto a la cantidad de dinero recibido por los ciudadanos, Biden ha derrotado a Trump sin ninguna duda.

CAMPAÑA EN LOS ESTADOS MORADOS

En todas las campañas electorales, un grupo de Estados se convierten en el foco de atención para ver quién gana el puesto en la Casa Blanca. Este año, estos Estados donde se decidirá el voto finalmente, serán Arizona, Florida, Michigan, Carolina del Norte, Pensilvania y Wisconsin principalmente. Aquí, el candidato demócrata, según las encuestas se posiciona como favorito y posible ganador, ya que aunque con % ajustados, Trump se queda únicamente con el 45% del apoyo en estos seis Estados clave.

El Estado más disputado es Carolina del Norte, donde el líder republicano no ofrece casi ventaja sobre Joe Biden. En los otros seis Estados, Biden se posiciona con una diferencia de entre 8 y 2 puntos. Esta ventaja teórica todavía ofrece a Trump una posibilidad de ganar, el 3 de noviembre, en estos Estados.

El asombro llega cuando nos fijamos en las encuestas de Texas y Florida. Ambos estados tienen una fuerte tendencia histórica de voto republicano. Florida lleva unos años en disputa, siendo considerado uno de los más importantes e impredecibles Estados bisagra. Allí, por ejemplo, la inmigración, tema en el que Trump no gana muchos adeptos, es importante, ya que 1 de cada cinco ciudadanos de Florida ha nacido fuera del país, mientras que uno de cada 8 tiene, al menos, un padre inmigrante. A su vez, es el hogar de la tercera población hispana más grande de los EE.UU y su población se ha rejuvenecido en los últimos tiempos.

¿Cómo han actuado los candidatos en cada Estado?

En una carrera electoral tradicional, a un mes de las elecciones, los candidatos estarían centrando casi la totalidad de sus recursos y sus esfuerzos, en luchar por los Estados morados; pero esta carrera electoral no está siendo como las demás. Los candidatos están invirtiendo más tiempo y más dinero del esperado, en Estados que, en principio, deberían ganar sin problemas. Por ejemplo, la campaña en favor de Trump ha gastado aproximadamente 24 millones de dólares en Georgia, Estado que, en teoría, no peligra para el candidato republicano. Además, ha acudido en varias ocasiones a Iowa, uno de los Estados donde las elecciones pasadas ganó por más de nueve puntos porcentuales.

Durante la recta final de su campaña, el presidente ha dirigido casi todas sus visitas y duplicado los recursos, respecto a la campaña anterior, en Estados que las elecciones pasadas ganó sin apenas esfuerzo. Es evidente que su problema reside en aquellos Estados que en 2016 obtuvo sin mucha ventaja porcentual, como Pensilvania Michigan y Wisconsin, y que podrían suponer su derrota el día 3 de noviembre. Actualmente, la manera de obtener una victoria sería que Trump lograse mantener Pensilvania, pudiendo perder Michigan y Wisconsin o mantener Michigan pero soltar los otros dos Estados; siempre y cuando no pierda ningún otro Estado que ganó 2016.

La campaña demócrata, por otro lado, que confía en una “gran ola azul”, ha centrado sus esfuerzos en pelear por Estados como Pensilvania, Michigan y Wisconsin, además de aquellos que ganó Hillary Clinton en la carrera electoral de 2016. Sumando a esto las ganas de transmitir una imagen de cercanía, el candidato ha movilizado, no solo a su equipo de campaña llevando consigo a la candidata a vicepresidente Kamala Harris, sino también a su gente cercana, como su esposa Jill Biden o el esposo de Kamala, Doug Emhoff. En cuanto a los recursos financieros, durante la recta final, los demócratas han gastado más de 24 millones de dólares en lanzar anuncios en Georgia, Iowa, Ohio y Texas, donde Trump debería no tener problemas para ganar.

Lo que nos demuestran estas estrategias es que, debido a la situación que afronta el país, ninguno de los candidatos está convencido de su victoria y están incluso peleando ya no por ganar en los Estados morados, sino por no perder en los estados que no deberían suponer una preocupación. Según un politólogo de la Universidad de Emory, Alan Abramowitz “Es una mala señal cuando son las últimas tres semanas de la campaña y tienes que trabajar muy duro para defender los Estados donde ganaste, lo que debería ser casi automático” y esto afecta porque cada dólar invertido en lugares que deberían ganarse sin problema es dinero que no podrán invertir en pelear por los Estados realmente cruciales.

Análisis de las encuestas

Las encuestas en EE.UU tienen un papel fundamental a la hora de analizar cómo se van desarrollando las elecciones y para estudiar cómo varía el comportamiento de los votantes en función de qué va ocurriendo el país y en qué medida estos acontecimientos influyen en la decisión electoral.

Algo para tener en cuenta es cómo de fieles son los votantes a cada candidato. Según una encuesta de SSRS para CNN, 7 de cada 10 votantes de Trump, le apoyan por quién es y por estar de acuerdo con sus políticas y su mensaje; mientras que un 27% le votarán con el fin de que Biden no salga elegido, no por estar de acuerdo con las ideas de Trump. Sin embargo, al candidato demócrata le votarán más ciudadanos por el hecho de que Trump no salga elegido mientras que solo un 37% de los encuestados votará por coincidir con Biden, su mensaje y sus ideas.

El siguiente gráfico, realizado por la página oficial de la BBC, recoge los datos de numerosas encuestas individuales obtenidas de diferentes fuentes (puntos azules y rojos) en Real Clear Politics[3] y realiza una línea de tendencia a partir del cálculo de la media de estos y establece este punto como el valor real de intención de voto.

Como podemos observar, a grandes rasgos y según la línea de tendencias, ambos candidatos empezaron la carrera por la presidencia con números muy ajustados, aunque Biden se posiciona a la cabeza desde el inicio, por los motivos anteriormente explicados.

La clara y más distante diferencia entre candidatos llegó en marzo, de la mano de la crisis del Covid-19. Cuando llegó el virus al mundo occidental, también bajó la popularidad de Trump en las encuestas, mientras que a su lado, Biden emergía. El presidente no contó con que una pandemia mundial mancharía su renovada y saneada economía. Por extraño que parezca, este cambio en las encuestas no depende solo de que un puñado de votantes haya cambiado su opinión acerca de Trump y que por tanto vaya a cambiar su elección de candidato, es más, esto es algo que en líneas generales no ha pasado. El cambio se debe en gran medida a cómo se ha gestionado el COVID-19 y el número de muertes que ha generado. Hay que recordar que la base de votantes de Trump está en la población de mayor edad, casualmente, el grupo más azotado por la pandemia, además de ser quienes más índice de participación tienen en las elecciones. Si en Estados bisagra como Florida, donde más del 20%[1] de la población es mayor y por tanto, su principal apoyo está desapareciendo a causa del COVID por la opinión negativa de este sector sobre la gestión de Trump, las posibilidades del actual presidente de ser elegido de nuevo se reducen enormemente.

El mes de abril, con el asesinato de George Floyd a manos de un policía, el movimiento Black Lives Matter (BLM) ha tomado fuerza en las elecciones estadounidenses. Históricamente el partido demócrata ha conseguido el voto afroamericano. Sin embargo, desde mayo, el movimiento antirracista ha conseguido desplazar la opinión pública en cuanto a este aspecto hacia la izquierda. La mayoría de los votantes apoyan el movimiento aún más, desde el inicio de estas protestas. Una encuesta de la Universidad de Monmouth muestra que un 75% de los estadounidenses considera el racismo y la violencia un problema estructural en el país.

Los demócratas aprovecharán el movimiento para instar al sector afroamericano de la política a que salga masivamente a votar. Desde entonces y según un sondeo realizado por Gallup, la popularidad de Trump ha bajado desde un 49 a un 39% en este aspecto algo que se refleja también en el gráfico anterior si observamos lo que ocurre a finales de mayo, mientras la popularidad de Biden subía.

Otro de los aspectos que influye en la votación es la llamada “ley y orden” de Trump. Cómo se posiciona cada candidato con la violencia, los tiroteos masivos y la violencia en los disturbios es distinta. Mientras que Trump envía un mensaje de que la violencia la causa la izquierda por instar las protestas raciales, relacionando el racismo con la violencia; Biden, por otro lado apoya la idea sobre que el culpable de este caos es Trump, incluso escribió un tweet diciendo “Recuerda: todas las muestras de violencia que denuncia Donald Trump ocurrieron bajo su supervisión. Bajo su liderazgo. Durante su presidencia”.

A un mes antes del día clave, Trump fue diagnosticado de COVID-19. ¿Cómo puede afectar esto a las elecciones? En primer lugar, las apariciones públicas del presidente en meetings y ruedas de prensa, uno de sus puntos fuertes, se han visto canceladas por el momento. Incluso el debate contra su contrincante del día 15 se canceló ya que Trump no estuvo dispuesto a hacer un debate telemáticamente. En segundo lugar, su desacreditación ante sus ciudadanos, y más importante, ante sus votantes. El presidente se ha jactado desde el inicio de su campaña, de que el coronavirus no era tan grave, que era un invento de la oposición y “de los comunistas” para hacerle caer y acabar con la presidencia. ¿Cómo se defiende ahora haberse contagiado de algo sobre lo que se negaba la existencia?

En octubre, la gran incógnita es si haber contraído COVID-19 es un factor positivo o negativo para Donald Trump según las encuestas. Los números hablan, y muestran que más allá de haber creado un efecto de comprensión y empatía por parte de los encuestados, toman el hecho haberse contagiado como un punto determinante sobre lo poco enserio que se ha tomado Trump al virus. Una encuesta realizada entre los días 8 y 12 de octubre tras el alta del presidente, muestra que lejos de haberse reducido, la desaprobación generalizada entre la población por su gestión de la pandemia es 6 puntos más alta que el mes anterior.

Durante el mes de septiembre ocurrió uno de los momentos más esperados de la campaña; el primer debate presidencial entre ambos candidatos. Fue un debate caótico, marcado por las disputas y las interrupciones constantes, donde la sensación fue que lo importante era atacar al contrincante más que exponer sus ideas. No podemos afirmar que hubiera o no un vencedor, lo único que podemos ver, al analizar el gráfico y las encuestas es, que la popularidad de Trump cayó mientras que Biden se mantuvo bastante constante. Es probable que el tono beligerante o las interrupciones de Trump no le hayan jugado una buena pasada en cuanto a la opinión de los electores tras el debate, aunque es bastante improbable que esta actitud o lo que dijo cada candidato, haya influido en aquellos que ya tenían su voto decidido.

Los incendios que tuvieron lugar en este pasado mes, han hecho que un nuevo tema que preocupa a los ciudadanos se haya lanzado sobre la mesa; el cambio climático y los votantes de los suburbios. Los ciudadanos del oeste, y precisamente los de los suburbios han percibido que no se está prestando demasiada atención a cómo les afecta el cambio climático, lo que está poniendo en riesgo sus hogares. El índice de mujeres de estas zonas que, en comparación con las pasadas elecciones, han retirado su voto a Trump, es de un aproximadamente 15%. Esto se debe a que consideran que con el negacionismo y no legislando sobre el cambio climático, el presidente está poniendo en peligro sus vidas. Debido a esto, Donald Trump, durante sus mítines en las zonas de la costa oeste, se ha dirigido directamente a estas mujeres intentado recuperar su voto.

En cuanto a desempeño general como presidente, un 40% de los encuestados le da su aprobación, un 3% menos que hace un mes.

Qué PAC apoya a cada candidato

Recordemos que la financiación en EEUU es 100% privada, esto significa que además del voto, los candidatos deben solicitar recursos para hacer su campaña. Estas donaciones privadas tienen dos maneras de llegar al candidato, 1 mediante los PACs, que son grupos de Lobbying con mucha capacidad para obtener y donar recursos; 2, mediante donaciones por e-mailing; 3 mediante transferencias de agremiados.

Un Comité de Acción Política (PAC) es un término utilizado para nombrar a un comité político, cuyo único fin y objetivo es recaudar y gastar dinero en la campaña presidencial de un candidato.  Los PAC son asociaciones creadas por partidos políticos, grupos de interés, lobbies o empresas para financiar a los candidatos que representan sus intereses personales.

Tanto los individuos como los PAC se rigen bajo una regulación en cuanto al dinero que pueden donar, recibir o mover en una campaña electoral. Un PAC puede donar 5.000$ en cada elección o 15.000[2]$ en todo el año y recibir 5.000$ de cualquier otro PAC, ciudadano o comité del partido. Estos comités presentan informes financieros regulares a la FEC que incluyen a sus donantes junto con sus gastos.

Sin embargo, si centramos nuestra atención en los relativamente nuevos SuperPACs[3] algo cambia. Estas son organizaciones que se dedican a recaudar fondos y los destina en apoyo a un candidato, pero, lo que las diferencia de los tradicionales PACs es que no existe un límite establecido en cuanto a la cantidad de dinero que pueden destinar a ello.

Dado que los PAC se agrupan en función de unos intereses concretos, tienen un candidato claro a quien apoyar, aunque los grandes esfuerzos de estas organizaciones se basan en destruir al candidato oponente en vez de centrarse en apoyar a su elegido.

Durante la carrera presidencial del 2020, los candidatos están recibiendo más apoyo externo que en elecciones anteriores. Trump cuenta con el apoyo[4] de asociaciones de apoyo exclusivo a su persona como Make America Great Again; organizaciones energéticas como America First Action; asociaciones militares y de armas como Coalition for American Veterans o God Guns life; organizaciones de ganaderos como Patriots of America y otras religiosas como Jews Choose Four More Years

Por otro lado, Biden ha recibido el apoyo de SuperPACs dedicadas a buscar el voto de personas de bajos ingresos, generalmente de personas de color como Community Change Voters, asociaciones de ideología liberal como American Bridge 21st Century ; otras que solo buscan destituir al actual presidente como Pacronym o Republican Voters Against Trump; organizaciones en favor de los derechos de ciertas etnias como Asian Americans Against Trumpism y Nuestro PAC y otras de carácter religioso como Jewish Unity.

¿Cuánto “dinero externo” ha recibido cada candidato para llevar a cabo su campaña?

La carrera por la presidencia de EE.UU de 2020 podríamos apodarla como la carrera del dinero. Ambos candidatos son conscientes de que estas elecciones son unas de las más importantes de las últimas décadas, y los votantes también lo saben. La situación tan atípica que está viviendo el mundo a causa de la crisis del COVID-19, hace que esta decisión sea de suma importancia. Quien lidere el país más poderoso del mundo hasta el momento y lo ayude a salir de la crisis que se avecina no es una decisión cualquiera.

La recaudación de fondos es muy importante para poder llevar a cabo una buena campaña electoral, y poder pelear por el puesto en la Casa Blanca; aunque como todo, no existe una indiscutible correlación positiva entre quién recauda más dinero y quién gana las elecciones.

Las campañas electorales en EE.UU tienen dos formas de financiación. Pueden financiarse con dinero público, procedente de las aportaciones de los ciudadanos mediante impuestos y que llega a los partidos políticos en forma de subsidios por parte del Gobierno Federal; o con dinero privado del propio partido y de aportadores como ciudadanos estadounidenses, PACs y otras asociaciones, que suele ser la opción preferida por los candidatos.

En líneas generales y sin tener en cuenta dónde ha ido destinado este dinero, hasta el momento, quienes más dinero han acumulado en la lucha por la presidencia han sido los PACs con $6,898,431,633[1], seguidos por los propios candidatos que han acumulado un total de $4,620,580,880[2]. Sin embargo, quienes más dinero han gastado en la campaña electoral han sido los candidatos, que han utilizado $3,564,980,380 contra los $2,120,801,010 utilizados por los PACs.

Si analizamos más detenidamente cómo se ha repartido esta ingente cantidad de dinero entre las campañas de ambos partidos, observamos que los Demócratas se han beneficiado[3] más de la financiación externa que los Republicanos. Concretamente Biden ha recibido $531,011,285, mientras que Trump ha conseguido algo menos, concretamente $471,287,103.

En cuanto al dinero recibido por los PACs, no existe una clara diferencia entre cantidades recaudadas por ambos candidatos de esta manera.

Por otro lado, ambos candidatos han recibido dinero externo tanto de individuales como de personas públicas relevantes. Tal es la relevancia de estas recaudaciones individuales, que suponen más del 80% del total que ha recaudado Biden en su campaña frente al apenas 50% de ayuda ciudadana que ha recibido el actual presidente, lo que nos indica que los esfuerzos de Trump en su campaña por email no han sido del todo fructíferos y que Biden ha seguido una mejor estrategia política en cuanto a la recaudación de fondos.

 

EN RESUMEN

Si las encuestas fueran un fiel reflejo de la decisión que tomarán los ciudadanos norteamericanos el próximo 3 de noviembre, el Despacho Oval tendrá, para principios del año 2021, un nuevo ocupante; el candidato demócrata Joe Biden vencería al actual presidente Donald Trump.

Sabemos que se puede ganar las elecciones estadounidenses sin ganar el apoyo popular, que las encuestas no son lo único que importa y que la batalla, más reñida que nunca en estados con una tradición de voto histórica, aún se está librando en los estados morados de Texas, Nevada, Florida, Michigan, Pensilvania y Wisconsin, cuyos ciudadanos tendrán la última palabra en la decisión final.

De momento, las propuestas de Biden parecen convencer a un sector poblacional más amplio que el que atrapa Trump con su discurso. Los votantes afroamericanos, latinos, las mujeres y los de ideología progresistas parecen confiar en el discurso del exvicepresidente. Por otro lado, la población blanca, sobre todo hombres, en muchos casos sin estudios superiores junto con la población de más edad creen que el actual presidente Donald Trump debería permanecer en la Casa Blanca otros cuatro años.

La pandemia mundial a causa del COVID-19 y la inminente crisis que se nos viene encima ha sido uno de los factores detonantes para la caída de la popularidad de Trump. Su negación inicial ante el virus y su reticencia a imponer cuarentenas han hecho que sus votantes se hayan, al menos, cuestionado su decisión, a pesar de que progresivamente fue cambiando su discurso, hasta el punto de instar a sus ciudadanos a llevar la mascarilla; como buenos patriotas.

Por todo esto, una cosa está clara, la elección del 3 de noviembre es un factor determinante en el funcionamiento del mundo durante los próximos 4 años. La decisión no está tomada y aún queda una semana para conocer cuál de los dos candidatos es elegido Presidente de los Estados Unidos. Pero, como hemos podido observar y analizar, todo influye y hasta que llegue la fecha marcada, ambos deben actuar con pies de plomo y tomar las decisiones correctas, ya que, hoy, la diferencia de puntos en las encuestas no asegura nada y no garantiza la victoria a ninguno de los dos candidatos, pero si siguen con un margen de 8 ó 9 puntos durante esta última semana, se plantea un camino difícil para la victoria de Trump.

 

[1] https://www.fec.gov/data/browse-data/?tab=raising

[2] https://www.fec.gov/data/browse-data/?tab=raising

[3] https://www.followthemoney.org/search-results/SearchForm?Search=PACs

 

[1] https://www.prb.org/which-us-states-are-the-oldest/

[2] https://www.fec.gov/help-candidates-and-committees/candidate-taking-receipts/contribution-limits/

[3] https://center-forward.org/trackable-traceable-transparent-explaining-pacs-and-campaign-finance/

[4] https://www.opensecrets.org/2020-presidential-race/campaign-committees-and-outside-groups

 

[1] John Landsman, manager of research analytics for SparkPost.

[2] https://www.fec.gov/data/candidates/president/presidential-map/

[3] https://www.realclearpolitics.com/epolls/2020/president/us/general_election_trump_vs_biden-6247.html

[1] Encuesta RealClearPolitics

[2] encuesta de Pew Research Center

[3] https://www.kff.org/slideshow/public-opinion-on-single-payer-national-health-plans-and-expanding-access-to-medicare-coverage/

[4] Gallup

Por Asesmap