Foto: AP Publicado por David Hernández Martínez @david_hm91
La política exterior de Barack Obama ha tenido numerosas peculiaridades, pero no cabe duda que las acciones internacionales del mandatario estadounidense, suponen un antes y un después en la estrategia mundial de la nación norteamericana. Sin duda alguna, el presidente de la primera potencia mundial, ha decidido reconfigurar los intereses y prioridades de Estados Unidos en el sistema internacional. En este sentido, se perciben claramente dos tendencias, que seguramente marcarán el devenir de la política exterior norteamericana en las próximas décadas, independientemente de quien ocupe la Casa Blanca. Por un lado, al contrario de la trayectoria bilicista, intervencionista y expansionista de George Bush hijo, Barack Obama se ha decantado por un progresivo repliegue de las acciones y posiciones norteamericanos, aumentando la presión en las vías diplomáticas, económicas e institucionales. Por otro lado, el foco del establishment norteamericano abandona lentamente sus miras sobre Europa y Oriente Medio, para ir aumentando su atención en la región de Asia-Pacífico. El motivo de estas dinámicas abiertas por el actual presidente, que seguramente tendrán un alcance a medio y largo plazo, son debidas a numerosos motivos, pero principalmente se pueden enunciar tres. Primero, Estados Unidos comienza a ser consciente de que su predominio económico, militar y político no es incuestionable y que surgen nuevos actores que reclamaban un mayor multilateralismo. Segundo, la nación norteamericana se encuentra inmersa en un profundo cambio en la obtención de recursos energéticos, que le está llevando a alcanzar un importante grado de autoabastecimiento, lo que facilita que tenga que depender tanto del exterior y, sobre todo, de regiones tan convulsas como Oriente Medio. Tercero, desde la Casa Blanca se ha admitido que el dinamismo económico, financiero, comercial, político y militar, ya no está en Europa, sino que comienza a emerger con fuerza en Asia-Pacífico, por lo que Estados Unidos busca fortalecer ahí sus posiciones. No obstante, Estados Unidos sigue encontrando frenos y obstáculos para reorientar sus esfuerzos. Las tensiones en el este de Ucrania entre Rusia y la Unión Europea, provocan que la Casa Blanca siempre deberá tener un ojo mirando lo que ocurra en esa zona. Igualmente, tampoco puede desatender la región de Oriente Medio, porque cuenta en esa área con dos aliados históricos relevantes, como Israel, Arabia Saudí y Turquía. A pesar de ello, los discursos e informes oficiales hacen entrever las verdaderas intenciones estadounidenses, que después de cincuenta años ya no priorizan los asuntos europeos y Oriente Medio. Obviamente Estados Unidos no dejará de medir y vigilar las circunstancias que se den en los vecinos latinoamericanos, pero su capacidad de influir e injerencia es cada vez menor. Del mismo, la asociación estratégica con Israel o la Unión Europea seguirá vigente, pero previsiblemente los estadounidenses apostarán por ir reduciendo su tutela. De este modo, a medio plazo los esfuerzos norteamericanos irán por fortalecer sus posiciones y alianzas en Asia-Pacífico.
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