Foto: Reuters Publicado por: David Hernández Martínez @david_hm91 Hillary Clinton lleva prácticamente postulada como candidata a la presidencia del Partido Demócrata, desde que abandonó la secretaría de Estado en 2013. Desde entonces, ha contado con el respaldo velado de Barack Obama y con el apoyo casi unánime del aparato de su partido. Pese a los recientes escándalos surgidos por la utilización de correo personal para asuntos de estado, las encuestas siguen dándole una clara ventaja sobre el resto de posibles candidatos demócratas, además de presentarse como el rival más duro sobre los líderes republicanos que buscan la candidatura presidencial. Sin embargo, desde el verano se viene observando un desgaste progresivo de la popularidad de la ex primera dama, que ha favorecido el ascenso de otros candidatos demócratas, aunque sin llegar a hacerle sombra. Igualmente, las hipotéticas diferencias que existirían entre los dos grandes partidos para luchar por la Casa Blanca, parecen reducirse. No obstante, no hay que olvidar que el Partido Republicano se encuentra ya sumergido en pleno proceso para elegir su candidato, contando con una inusitada variedad de posibles, destacando sobre todo el polémico Donald Trump y Jeb Bush. Por su parte, los demócratas parecen haberse encontrado con un problema inesperado, ya que la monopolización mediática de Hillary es tal, que apenas existen otros políticos demócratas que quieran enzarzarse en una campaña que saben que seguramente perderán. Esta situación ha generado un cierto nivel de animadversión de los simpatizantes y potenciales votantes sobre la figura de Clinton. El motivo de este desapego se debe a tres razones principalmente, por un lado, pese a que Estados Unidos existe una amplia tradición de dinastías familiares en política, los americanos tienen muy presente el principio de la meritocracia y suelen tener ciertos prejuicios ante los apellidos que se repiten en los niveles más altos. Por otro lado, al electorado americano le gusta contar con diversidad de opciones, quiere saber que puede elegir entre distintas alternativas y que cualquier candidato, independiente de su origen, tiene alguna posibilidad de triunfar, pero la supremacía que muestra Hillary dentro del Partido Demócrata hace difícil esta tendencia. Así mismo, la población estadounidense es extremadamente joven, habrá un cuantioso número de nuevos votantes en las elecciones de 2016. Son electores que buscan y ansían una renovación y cambio en la política, que no llega a representar una figura como la de Clinton, que lleva en primera línea de la vida pública desde los noventa. Con todo ello, no se encuentra ahora mismo ningún rival capaz de hacer sombra a Hillary Clinton, el senador socialista Bernie Sanders, recoge apoyos entre los jóvenes pero es incapaz de acercarse lo más mínimo a la ex primera dama, más aún cuando su discurso bastante de izquierdas choca con algunos intereses moderados de los demócratas. Pese a ello, tal vez la aparición del vicepresidente Joe Biden suponga un serio reto a las aspiraciones de la candidata, ya que éste cuenta con un alto grado de aprobación entre los estadounidenses, pese a que aún no ha confirmado su postulación. En definitiva, Hillary Clinton debe hacer frente a su propio éxito y fama, lo que puede dañar su imagen dentro de los demócratas y cuando llegue el momento de enfrentarse a los republicanos.

Por Asesmap

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