Foto: AFP Publicado por: David Hernández Martínez  @david_hm91 La segunda mitad del siglo XX representó el progresivo desarrollo de la globalización, impulsado por los avances tecnológicos, las comunicaciones e infraestructuras, así como la difusión de ideales políticos y económicos que defendían abrir las puertas al libre mercado a escala mundial. El desmoronamiento del bloque soviético, supuso un importante salto cuantitativo y cualitativo de la globalización, que siempre ha sido encabezada por la potencia mundial de Estados Unidos. Los inicios del siglo XXI padecían señalar buenos tiempos para este fenómeno, no sólo se reconocía que estábamos ante el “fin de la historia”, sino que además los más convencidos entendían el fenómeno de la globalización como una dinámica irreversible. No obstante, en los últimos tiempos parecen que la evolución está encontrado distintos obstáculos y vicisitudes, que hacen que la globalización esté sufriendo distintos desniveles según la región o el área geográfica. En los últimos años, el debilitamiento del hasta entonces incuestionable hegemón estadounidense, más su lento repliegue, aunado al ascenso de la potencia china acompañado por otras potencias medias como India, Brasil o Rusia. Junto a la profunda crisis económica que ha golpeado las principales economías occidentales, más las diversas inestabilidades políticas en regiones tan clave como Oriente Medio, ha generado que la globalización se disemine en distintas velocidades. Igualmente, han surgido respuestas y desavenencias fuertes a todo lo que supone y barre la globalización, desde distintos niveles. Muchos gobiernos nacionales entienden este fenómeno como una amenaza a sus propias facultades: unas fronteras que prácticamente desaparecen, la política nacional ve reducidos sus márgenes de maniobra en favor de debates y foros internacionales y sociedades que no quedan aisladas de nada de lo que pase en su entorno, lo que produce que busquen la manera de retrotraer en lo posible las injerencias de la mundialización. Del mismo modo, la propia globalización ha supuesto una erosión profunda a algunas entidades, muchos ciudadanos asimilan que se enfrenten a tiempos nuevos, donde la cercanía y la identidad local desaparecen. Dejan de ser ciudadanos de una comunidad concreta y reconocible, para pasar a ser ciudadanos del mundo. El debilitamiento de los estados-nación, junto a otras organizaciones sociales cercanas, más la supremacía cada vez más patente de organismos supranacionales, ha generado que muchos individuos busquen refugio y amparo en el resurgir de movimientos nacionalistas y soberanistas. Con todos estos elementos, se ha ido dibujando un panorama político, social y económico mundial que ha perjudicado ciertamente la proyección de la globalización. En este sentido, queda patente que existen países y regiones que continúan en su clara intención de profundizar en los efectos de la mundialización, mientras otros intentan medir y controlar un fenómeno difícilmente dirigible.

Por Asesmap

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