Los líderes del G-20 han inaugurado en la capital italiana, Roma, la primera cumbre presencial desde que se impusieron de manera global y sin precedentes las restricciones derivadas de la Covid-19. La cita ha venido marcada por las negociaciones sobre cómo frenar el cambio climático y la pandemia, y por un generalizado clima de desconfianza y tensión entre potencias —entre Estados Unidos y China; e la UE y Rusia; entre avanzados y emergentes; entre Francia y el Reino Unido— en relación a asuntos de materia muy dispar.
Así, las veinte potencias mundiales han acordado fijar el techo del calentamiento global en 1,5 grados y emprender acciones para afrontar el problema de la emergencia climática, según confirmó el presidente italiano Mario Draghi, anfitrión de la cumbre. Este acuerdo llega con la mirada puesta en Glasgow, donde se está celebrando desde este domingo la cumbre internacional del clima, la COP26, que había sido aplazada por la pandemia. Dos grandes citas internacionales donde se ha abogado por soluciones multilaterales. Muestra de ello, el llamamiento de Draghi: “en muchos sentidos, el multilateralismo es la única respuesta posible. Tenemos que hacer todo lo que esté en nuestras manos para superar nuestras diferencias y reactivar el espíritu que llevó a la creación de este grupo”.
¿Qué es el G-20 y cuál es el rol de España en la cumbre?
El G-20 se corresponde con un foro que reúne economías que representan más del 80% del PIB mundial, el 75% del comercio global, el 60% de la población y un 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero. La de Roma es la primera cumbre presencial desde el estallido de la pandemia. En este contexto cabe mencionar que los líderes de China y Rusia, muy reacios a salir de sus países en la era Covid, declinaron la invitación a asistir en persona haciéndolo por videoconferencia, al igual que los de Japón que celebraban su cita con las urnas el pasado domingo, México y Arabia Saudí.
Hay quienes se preguntan cuál es el rol de España en la cumbre; y aunque lo cierto es que nuestro país no es miembro del G-20, es habitual desde 2008 verle participar como invitado en el foro. Este año no ha sido excepción. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha acudido a la cita en Roma aprovechando la coyuntura para organizar una serie de reuniones bilaterales. Entre ellos no se encontraba el presidente norteamericano Joe Biden, aunque sí se han saludado y conversado en momentos previos a la iniciación de la cumbre, tal y como revelan algunas fotografías.
A continuación, se pone de relieve las principales claves de una cumbre desarrollada en una era marcada por un sinfín de turbulencias.
Claves de la cumbre en Roma
Cambio climático
El cambio climático ha sido el principal tema de discusión que ha vertebrado la cumbre internacional. Una reunión que ha servido como antesala de máximo nivel a la citada COP26, acaecida en Glasgow. El acuerdo al que ha llegado el G-20 pasa por reducir hasta 1,5 grados la temperatura máxima de calentamiento global. Este compromiso supone un avance respecto al acuerdo de París, que estipulaba el objetivo global de mantener el calentamiento del planeta “muy por debajo” de los 2 grados, al tiempo que invitaba a los países a esforzarse en limitarlo a 1,5 grados, lo que finalmente se ha logrado.
Sin embargo, no todo en esta vida son victorias, también hay asignaturas pendientes en el ámbito de la política internacional. En el acuerdo alcanzado, los ‘veinte’ no situaron la fecha de descarbonización en 2050 como establece el acuerdo de París, sino que hablaron de llevarlo a cabo “alrededor de mitad de siglo”. Por ello no es de extrañar que algunos de los acuerdos suscritos se hayan catalogado como “débiles”. Así lo consideran las asociaciones que han tildado de tibio el comunicado conjunto de los líderes. “Si el G20 fue un ensayo general para la COP26, los líderes mundiales se equivocaron. Su comunicado fue débil, carente de ambición y visión”, ha aseverado la directora ejecutiva de Greenpeace Internacional, Jennifer Morgan.
Impuesto global de sociedades: un 15%
El otro gran acuerdo de los jefes de Estado o Gobierno del G20 fue el compromiso de fijar un impuesto mínimo global de sociedades de al menos el 15 %. La intención es lograr un sistema tributario más justo y evitar que se aprovechen de regímenes fiscales complacientes y no paguen impuestos donde operan. Si no sabes qué consiste este impuesto, nosotros te lo contamos a continuación.
El mecanismo, que se adoptará para 2030, sigue el camino ya trazado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) de un sistema sustentado en dos pilares. El primero fija que el volumen del beneficio residual de las empresas, es decir, el restante después de que el país donde esté la sede se haya quedado con el impuesto correspondiente al 10 % de la rentabilidad, se repartirá entre los países donde operan. El segundo establece un tipo mínimo de sociedades del 15% para las que tengan una facturación de al menos 750 millones de euros.
En el caso español, este impuesto ya se contemplaba en los planes del Gobierno. Y es que el pasado 7 de octubre, el Gobierno presentó el anteproyecto de ley de los Presupuestos Generales del Estado (PGE) en el que incluyó la puesta en marcha de un tipo mínimo del 15% en el impuesto de sociedades para las grandes empresas, grupos e individuales con más de 20 millones de euros facturados, con el que prevé recaudar 400 millones de euros.
Irene Iglesias Álvarez- Asociación Española de Marketing Político (ASESMAP)