Publicado en El Mundo. Por Pedro Poza Maupain

En la campaña de las legislativas de 2001, el entonces primer ministro danés, el socialdemócrata Poul Nyrup Rasmussen, narraba cada vez que tenía ocasión su encuentro con el presidente surcoreano, Kim Dae-Jung: “De repente, en medio de nuestra reunión, preguntó: ¿Cómo es ser jefe de Gobierno en el paraíso terrenal?”.

A Nyrup, mentor de Helle Thorning-Schmidt, la actual primera ministra, la anécdota no le sirvió de mucho porque acabó perdiendo el poder, pero Kim Dae-Jung no andaba muy desencaminado. Dinamarca, que celebra nuevas elecciones este miércoles, es de acuerdo con numerosas instituciones y estudios internacionales un modelo de prosperidad y bienestar sin igual en el planeta, especialmente envidiable en tiempos de precariedad como los actuales. Más aún ahora que Thorning ha anunciado oficialmente que aquí la crisis ha terminado.

Para empezar, es el país menos corrupto del mundo, afirma Transparency International, y el segundo más pacífico tras Islandia, según el Global Peace Index. Disfruta del mejor sistema de pensiones, asegura Mercer Global Pension, y la educación universitaria no sólo es gratis, sino que además los estudiantes cobran un sueldo mensual antes de impuestos de 5.903 coronas (791 euros).

Impecable economía

Impecable también -en las antípodas de Grecia– desde una perspectiva económica. Las tres principales agencias de calificación de riesgo, las temidas Moody’s, Fitch y Standard & Poor’s, cuentan a Dinamarca entre las 10 selectas naciones que ostentan el máximo valor crediticio. El Banco Mundial considera que es el mejor país de Europa para hacer negocios, mientras que Eurofound revela que es también aquel donde menos ciudadanos tienen un “mal empleo”. Desde un punto de vista empresarial, Goldman Sachs estima que nadie dispone de tanto potencial de éxito a escala global, cálculo que la entidad estadounidense realiza basándose en cuatro parámetros: innovación, infraestructura, recursos e instituciones públicas. El salario medio, 3.700 euros mensuales, es el más alto de la UE, muy por encima del español: 2.062.

La revista ‘Monocle’ eligió a Copenhague ciudad más habitable del mundo en 2008, 2013 y 2014, casi al mismo tiempo (2010, 2011, 2012 y 2014) en que Noma fue nombrado mejor restaurante por la revista ‘Restaurant Magazine’, guinda gastronómica para el país que, proporcionalmente a su población, más alimentos orgánicos produce, exporta y consume.

Con semejante panorama no puede extrañar que los daneses sean el pueblo más dichoso de la Tierra. En efecto, con llamativa unanimidad una pequeña multitud de estudios internacionales saca año tras año la misma conclusión: ¿los más felices? los daneses. El último acaba de publicarlo la Universidad de Columbia, pero antes llegaron al mismo resultado las de Michigan y Leicester, la OCDE, la ONU (aunque aquí en 2015 haya descendido a la tercera plaza), la World Database of Happiness… Según el Eurobarómetro, el 70% de los daneses asegura estar muy satisfecho con su vida. Entre sus más inmediatos seguidores dentro de la UE, que son los suecos, el porcentaje apenas supera la mitad: un 52%. España, con un 15%, navega por la zona baja.

Cóctel de democracia, paz y libertad

Cómo se explica, pues, tanta alegría en un país que a bote pronto se caracteriza porque hace un tiempo de perros, la tasa impositiva media es del 47,5% y el símbolo nacional, la Sirenita, sufre con fastidiosa periodicidad decapitaciones, mutilaciones y vejaciones varias.

Para Roland Inglehart, politólogo responsable de la investigación de la Universidad de Michigan, la felicidad de los daneses se debe a un cóctel en el que se mezclan altas dosis de democracia, paz, tolerancia, confianza en las autoridades y libertad individual. Colaborador de Inglehart, el sociólogo Jan Delhey añade que otro elemento clave es que la sociedad danesa ha sabido conjugar un fuerte crecimiento económico con rentas igualadas y un elevadísimo nivel de protección social.

Dado que son sociedades a priori similares, cabe preguntarse qué tiene Dinamarca que no tengan las vecinas Suecia y Noruega, bastiones también del estado del bienestar nórdico, o incluso Islandia. Aparte de brillar menos en los ránkings citados, las dos últimas han sufrido graves traumas nacionales en los últimos años. Noruega, la espantosa matanza de Utøya; Islandia, el colapso de su economía.

Según los comentaristas daneses más chovinistas, los suecos son menos felices porque son más estirados. Por algo, recuerdan, existe un dicho que asegura que en Suecia todo lo que no está prohibido es obligatorio: contratar los servicios de una prostituta es delito, la ley antitabaco se aplica a rajatabla, la venta de alcohol está fuertemente restringida…

En Dinamarca, en cambio, la prostitución es legal, el antitabaquismo se compara sin rubor con el nazismo y el alcohol no sólo se vende en cualquier parte, sino que en fechas señaladas, como cuando se lanza la cerveza de Navidad, hasta se regala en plena calle. Para la revista ‘Monocle’ no cabe duda: los daneses son “los escandinavos más relajados y joviales”.

Zonas de sombra

¿Es todo tan rosáceo como parece o existen también zonas de sombra? Respecto a la alegría de vivir, un dato quizá decisivo parece haber escapado a la atención de los analistas. Según la OCDE, en los últimos años Dinamarca ha registrado el mayor aumento mundial en consumo de antidepresivos. O sea, de lo que los daneses llaman “lykkepiller”, píldoras de la felicidad.

El nivel de vida es alto, pero el coste de la vida también lo es. Su cesta de la compra es la más cara de la UE. En su clasificación de ciudades más habitables, ‘Monocle’ no tenía en cuenta los precios. Hasta este año. Así que Copenhague ha caído en barrena: del primer puesto al décimo.

Mantener el estado de bienestar, además, precisa impuestos muy elevados, de ahí esa tasa impositiva del 47,5%, que en años recientes ha llegado a superar el 50%. Y si en algo están de acuerdo todos los políticos es en que el número de daneses dependientes de los subsidios estatales, casi 800.000 entre una población de 5,4 millones, es demasiado alto.

En Dinamarca, dice Thorning, la crisis ha terminado. En realidad, se notó bastante menos que por otras latitudes, pero su influencia sobre el gasto público se deja sentir. El periodo durante el que puede cobrarse la prestación por desempleo ha sido reducido de cuatro años a dos. En 2001 cubría de media el 66% de un sueldo. Hoy, el 40%. Hospitales y, sobre todo, universidades sufren drásticos recortes, y a los jóvenes se les advierte de que no cuenten con disfrutar en el futuro de las mismas ventajas a cuenta del Estado que sus padres y abuelos.

Tendencias extremistas

El índice de criminalidad, en efecto, es relativamente bajo, pero preocupan la altísima sobrerrepresentación de individuos de origen inmigrante en las estadísticas, así como las tendencias extremistas existentes entre un sector nada desdeñable de la comunidad musulmana, cuya máxima expresión fueron los atentados de Copenhague del pasado febrero.

Otro dato inquietante es que, en cuanto a robos en domicilios, Dinamarca ocupa el segundo lugar en la UE, después de Grecia, con 800 por cada 100.000 habitantes. En buena medida porque Schengen ha permitido que bandas organizadas rumanas y lituanas se hayan especializado en expediciones a territorio danés.

¿Cómo es, por tanto, gobernar el paraíso terrenal? No tan fácil como podría parecer. Nyrup perdió las elecciones y su pupila Thorning podría seguir el mismo camino si no recupera la ligera desventajaque todavía le dan los sondeos.

Por Asesmap

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