El verbo sesgar trae consigo dos acepciones en el diccionario: cortar o partir algo de manera diagonal y torcer algo en una dirección. El liderazgo y la política, como la vida en general, están profundamente influenciados por el sesgo. Quizás podamos incluso decir que se trata de una ecuación proporcionalmente directa. A mayor liderazgo en el ámbito político, mayor condicionamiento sesgado. Y lo cierto es que las parcas habilidades de nuestra clase política a la hora de discernir sus acciones de sesgos predeterminados han terminado por mermar la credibilidad de los ciudadanos.
Una credibilidad estrechamente ligada a la desafección política que, en contraposición del ejemplo inicial, resulta de una relación inversamente proporcional: a mayor credibilidad, menor desafección política. ¿Vivimos actualmente una crisis de la sociedad democrática? ¿Viene esta determinada por los sesgos que condicionan la actividad política española?
En este contexto cabe resaltar el término posverdad. Un concepto ‘de moda’ con el fenómeno Trump en los Estados Unidos. Un fenómeno que se produce cuando los hechos objetivos tienen menos influencia en definir la opinión pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales. No es de extrañar, en este caso, que el empleo de la posverdad en discursos políticos sea considerado un sesgo cognitivo del que escapar en honor de la verdad. Al no ser así, volveríamos a engrosar la distancia que separa al mandatario de su pueblo y a avalar a quienes defienden ferozmente una nueva crisis institucional.
¿Existe una verdadera crisis democrática?
Sesgo, liderazgo y política parecen confluir en el marco de lo que ciertos teóricos han acuñado como ‘crisis de la sociedad democrática’. En las últimas décadas se han observado algunos fenómenos preocupantes desde el punto de vista de una fragilidad existencial en torno a estos tres conceptos. Entre ellos, la creciente e imparable desconfianza de la población civil hacia la clase política, la extendida sensación de que las democracias no se adaptan a las nuevas necesidades de la ciudadanía, la tónica recurrente que invita a la desafección hacia partidos y candidatos…
En este contexto de crisis democrática, el verbo del que hablábamos al comienzo del artículo –sesgar-, toma protagonismo. No solo porque las acciones del Gobierno de la nación, Ejecutivos regionales y Gobiernos municipales incurren en el sesgo, sino porque no se toma en consideración a la hora de comunicar cómo este puede afectar a la imagen pública de miembros y candidatos y cómo se percibe por la ciudadanía. Quizás, solo quizás, aquí esté la clave del distanciamiento entre el común de los vecinos y la política de las democracias liberales.
Sesgos cognitivos: qué son y qué suponen para la clase gobernante
Los sesgos cognitivos son atajos mentales que evolutivamente han sido útiles porque permiten tomar decisiones de manera más rápida. Como nuestro cerebro no puede procesar de forma racional toda la cantidad de estímulos que percibimos de nuestro entorno, recurre a estos filtros. Esta inmediatez en la valoración genera muchas veces que nuestro cerebro ejecute juicios erróneos, interpretaciones incorrectas o distorsiones en la información que recibe. Algo que, en la actividad política, toma una mayor relevancia.
Incurrir en los sesgos puede acarrear perjuicios graves en la imagen pública, la credibilidad y la verosimilitud del discurso de un gobernante. Cuando esto se torna en el ‘pan nuestro de cada día’, nace la desafección política. Un verdadero líder, alguien preparado para el cargo que ostenta, debería tomar esto en consideración y trabajarlo como una prioridad. Descubre, a continuación, algunos de los sesgos más recurrentes en política y cuáles son sus consecuencias.
Sesgo de la certeza
El sesgo de la certeza es el que tienen aquellos líderes que creen estar siempre en posesión de la verdad. No se plantean que puedan estar equivocados ni se cuestionan sus propios pensamientos. Esto trae consigo repercusiones negativas ya que denota una persona incapaz de hacer autocrítica, vanidosa y estancada, con serias dificultades para progresar.
Sesgo de la urgencia
Este tipo de sesgo hace referencia a tomar decisiones de manera rápida sin haber reflexionado lo suficiente sobre el problema a resolver. A veces, a causa del frenético ritmo que envuelve la actividad política, el tiempo de reflexión es prácticamente nulo; sin embargo, las habilidades de calma, templanza y capacidad analítica pueden ayudar a que la decisión tomada sea la más correcta posible. Por ello resulta beneficioso que los líderes del hoy y del mañana consideren, entre su formación, trabajar fehacientemente estas destrezas para evitar este tipo de sesgos incluso con el reloj en contra.
Sesgo de confirmación
El sesgo de confirmación consiste en tomar decisiones que se basan en datos que confirman una idea preconcebida, descartando aquellos que la contradicen. Es decir, si por ejemplo un líder está convencido de que la jornada intensiva de verano es negativa y decide informarse sobre ello, solo se quedará con los datos que avalen su pensamiento previo. Estas personas deben mejorar su capacidad crítica y analítica.
Sesgo de falso consenso
El sesgo de falso consenso consiste en pensar que todos los demás están de acuerdo con una opinión propia simplemente porque no han expresado su discrepancia. De este modo, se sobreestima el grado de consenso real. Esto puede llevar a que un líder actúe en perjuicio del resto al no cuestionarse su conformidad o disconformidad. Por ello resulta de vital importancia no dar las cosas por sentado.
Sesgo efecto de encuadre
El efecto de encuadre es la tendencia que tenemos de cambiar nuestra decisión u opinión dependiendo de cómo se presentan las opciones que nos dan a elegir. Este sesgo no se limita al “elegir lo bonito”, sino que, con la misma información dada de forma diferente, el sujeto llegará a conclusiones dispares. En otras palabras, la forma en la que se presenta la información, su marco, altera tu decisión final. Por poner un ejemplo político: no interpretamos del mismo modo el número de parados -un dato negativo- que la cifra de altas en la seguridad social -un dato positivo-.
En su justa medida
La teoría avala que los sesgos cognitivos sirven de ayuda a la hora de mecanizar y simplificar procesos; sin embargo, en lo que al liderazgo y a la toma de decisiones respecta, este favor puede volverse en contra. Para muestra un botón: la clase política española, fiel aficionada a la utilización de sesgos en su día a día –de manera consciente o inconsciente-, ha visto denostada su credibilidad, autoridad y notoriedad a causa de esta herramienta. Cualquier líder, independientemente de su naturaleza, debería poder ser capaz de manejar sus habilidades para que los instrumentos que tiene a su disposición en el ejercicio de su actividad, le sirvan a favor de su mensaje. ¿Es esta una invitación a que nuestra clase política abogue por la capacitación? Saquen sus propias conclusiones.
Irene Iglesias Álvarez